Espacios
Los humanos, empezamos nuestra vida envueltos en la placenta de nuestra madre, en una esfera redonda… para posteriormente desarrollarnos en un espacio rectangular. En el que también nos movemos.
Los planos que nos encontramos en esta figura, el rectángulo, representan el sistema básico de nuestro movimiento, de nuestro orden perceptual, también el de orientación: de arriba abajo, de izquierda a derecha, de adelante atrás.
Igual que los lados de ese rectángulo que nos rodea constantemente: el fondo de la habitación, el techo, el suelo y la pared de atrás.
En ese espacio, como en cualquier representación pictórica, grafica, etc. Existe un centro geométrico, con un peso, y unos ejes, verticales y horizontales que ejemplifican el sentido o dirección de nuestros movimientos.
Estos rectángulos en los que experimentamos vivencias, pasan de habitación a casa, de casa a bloque, a oficina, sala o edificio, y así innumerables construcciones que mantienen esta forma, que nos envuelven.
Pero antes de nada, dejemos claro el concepto experimentar: “Probar y examinar prácticamente la virtud y propiedades de algo.” (2008-2010 Diccionario RAE 2.0)
¿Cuál es la función de una forma de esas características, tal como puede ser un joyero, una caja o un contenedor? Pues eso mismo, como el propio nombre indica, en el último caso; contener:
“Un contenedor en un tipo de recipiente espacial que permite el cambio de una función a otra sin que se considere estructural dicha transformación, como cuando un garaje pasa a ser una peluquería. Con el fin de diferenciar entre si los contenedores se insertan elementos específicos para llevar a cabo una función determinada” (Urbina, D., 2006, 163-164)
Por lo que se asemeja a la función de un espacio o un interior, con diferencia que el primero puede ser también exterior, aunque nos contiene o envuelve.
Como dice Urbina, ambos, espacios e interiores, mantienen una estrecha relación con los elementos internos y/ o externos a ellos. Pero en el caso de guardar relación con estos últimos el traslado del espacio les hace cambiar completamente convirtiéndose en uno nuevo.
Se trata de experiencias espaciales, creadas a partir de una estructura subjetiva.
Estas cajas, conforman instalaciones, las cuales pueden ser arquitectónicas; funcionado como campos de experimentación para crear otros espacios, constituidas por elementos efímeros, o artísticas; de funcionalidad simbólica.
Su materia prima es el espacio, que nos conduce a una reflexión sobre el movimiento de los cuerpos.
Una instalación es una conjunción de relaciones entre lo público, lo simbólico, lo personal, etc. En ella se moldean nuevas formas espaciales, y nos ayuda o comprender ese y otras formas de espacio.
Pero hay que distinguir entre instalación artística o instalación de arte.
La artística, es todo, el espacio en su totalidad, cualquiera que sea su función. Que se vive y donde vivimos, y también experimentamos. Como las ciudades.
Es efímera, porque vamos y venimos y precisa de tiempo para poder vivirlo. Porque están ahí aunque uno ni quiera ni lo busque, porque a veces duran poco o son eternas, Porque se interactúa con ella y forma parte de uno. Y cambian con el tiempo.
La de arte, consiste en la exposición en su interior de obras de arte, actúa como recinto de esas obras. Y aunque también puede ser parte de uno mismo y se puede interactuar con ella, tal y como nos demuestran los padecedores del Síndrome de Stendhal, en otro grado. Normalmente se buscan, no cambian con el tiempo a no ser que este predeterminado así. Y siempre son limitadas.
Quien vive esa instalación, quien la habita, la sueña, la crea, la moldea, la usa… no son como normalmente, en el caso de la instalación de arte, meros observadores, son experimentadores, y recordemos la definición de experimentar, ya mencionada anteriormente, aplicada ahora a los sujetos; aquellos que prueban y examinan prácticamente la virtud y propiedades de algo. Como todos nosotros, en la facultad, en nuestra vivienda, en un bar, una tienda, museo, cine, etc.
Para este proceso experimental precisamos del movimiento, que a su vez requiere una tridimensionalidad, de ahí que la tan en boga fotografía no nos pueda completar esa experiencia espacial. Nosotros, en nuestro papel de observadores de fotografías no podemos probar las propiedades de lo que en ellas se representa, ya que primero, no es la realidad, si no una representación mecánica de ésta en un alto grado de iconicidad, y segundo es imprescindible la presencia de la realidad, del espacio para completar la experiencia, la vivencia.
Un problema contemporáneo es el confundir “la experiencia de una obra con el análisis de su imagen, pasando por alto que toda obra artística (y en especial las formas espaciales) exigen la presencia total del cuerpo ante ella como condición para la efectuación de su cometido: lo sensible” (Urbina, 2006, 167)
Esto, tal y como nos dice este autor, nos lleva a la reducción de las artes del espacio a iconos visuales, que se contemplan, en ese caso, desde un solo punto de vista, pero no se pueden experimentar como vivencia.
En la fotografía, podemos ver una zona emblemática de Londres, Westminster, donde se encuentra el BIG BEN, Westminster Abbey y el London Eye.
Un ejemplo de que lo que el autor nos comenta sobre la diferencia entre la experimentación con la fotografía y el espacio real.
Aquellos que han estado en primera persona en este espacio arquitectónico podrán apreciar la diferencia, la colosal figura, magnitud, e impresión de BIGBEN, que en una primera vista no es del mismo calibre que cuando lo observamos en una simple imagen como esta.
La foto de una arquitectura debe ser, simplemente, una invitación a participar el ella a imaginar.